martes, 6 de diciembre de 2022

Crónicas.- Aventura 1

Despiertan en una barca. Lo último que recuerdan es estar haciendo su guardia como patrulla fronteriza que son, perteneciente al bastión de los vientos. Tras examinar la embarcación comprueban signos y marcas sobre la misma, y parecen haber estado ofreciendo algún tipo de barrera protectora que ha debido ser desactivada por unos zarpazos. No tienen nada de su equipo, visten ropas simples que desprenden mal olor, un olor nauseabundo.

Comprobando el cielo y la flora del lugar constatan que se encuentran en otra estación, ahora es primavera, y la distancia y los anillos del firmamento tienen unos brillos y posiciones que no concuerdan con sus recuerdos. Deciden ir rio abajo hacia un asentamiento gnomo, por el camino se topan con un enano cuyo globo aerostático ha impactado contra unas copas de árboles. Gracias al enano se enteran de que su cuartel militar, el bastión de los vientos, lleva 50 años abandonado y que una horda de no muertos se acerca al bastión muelehuesos, "nunca han estado tan cerca de los vivos" determina el grupo. 

Hacen noche en una colina solitaria que domina la planicie que la rodea. La conocen con el nombre de "el cerro de las tormentas" y era un refugio de descanso, pero ahora sólo quedan unas pocas ruinas y alguna pared en pie del barracón donde las patrullas como ellos reponían energías. El lugar resulta ser epicentro de un torbellino espectral y un espectro errante trata de hacerse con sus cuerpos pero no lo logra.



Avanzan por la vega encharcada. A menudo el río suele desbordarse y cubre una planicie de ricos sedimentos de turba. Una extensa marisma de aguas marrones, afilados juncos y tuberas abarcan varios kilómetros entre el río y el bastión de los vientos. Grupos de árboles achaparrados y matorrales retorcidos emergen de la tierra pantanosa. Cenicientas nubes se arrecian sobre el cenagal, la lluvia repiquetea sobre el fango y los relámpagos rompen el cielo constantemente.

Llegando a la aldea gnoma comprueban que está abandonada. No dan con ningún habitante aunque han de librarse de unas arpías que les atacan desde el cielo lanzándoles grandes rocas. Nithza comprueba mediante una autopsia que las arpías no han sufrido ningún tipo de corrupción o malformación de su naturaleza. Encuentran una ocarina que parece ser un instrumento de comunicación con un extraño bisonte de la vega, de manera que el animal entiende órdenes a través de las melodías, gracias a unas partituras saben como indicarle las siguientes: Rastrear, Defiende, Protege y Huye.

En los escasos momentos que la tormenta amaina reina un fantasmagórico silencio; no se oyen cantos de pájaros, tan solo el zumbido monótono de los enjambres de voraces mosquitos que revolotean la ciénaga.


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